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Según informaciones recibidas, en Lugo parece ser que pueda llegar a configurarse un movimiento Anti-Kiko; y que con probabilidad sería uno de los primeros de España.
A la vista de lo que este movimiento integrado en la Iglesia Católica propugna, parece ser que hay miles de ciudadanos a la espera de que alguien inicie el contraataque de lo que muchos denominan una secta peligrosa.
En la red hay cientos de paginas que nos hablan de este movimiento nefasto en si, en los tiempos y en las formas.
Esté atento, quizás todos los Católicos de bien, tengamos que estar alineados en el Anti-Kikos, por nuestra familia, por nuestros hijos.
Al Sr. Obispo de Lugo se le empieza a ver el plumero... ¿Cuántos kikos nos "endosó ya???? Porque eso de que los párrocos los solicitan... no cuela.
ResponderEliminarA propósito de la parroquia del Sagrado Corazón
ResponderEliminarAutor del comentario:
Amparo Azurmendi Rodríguez
Localidad:
Lalín
Fecha de publicación:
Miércoles 16 de noviembre de 2011
Curiosamente, suelen ser los desconocedores de la realidad eclesial los que califican de "sectas", "conservadores"... a los movimientos que, integrando la riqueza carismática de la Iglesia, destacan por su fidelidad. Es cierto que, en ocasiones, nos pueden llamar la atención las diferencias en métodos, expresiones, manifestaciones...pero también, y sobre todo, la comunión eclesial.
La Iglesia es familia y, como toda familia, forma una unidad en la que cada uno de sus miembros tiene y conserva sus propias peculiaridades que, sobre todo, enriquecen a esa familia. A mayor número de miembros, mayor variedad y, por tanto, mayor riqueza.
La Iglesia es Madre también y, como buena madre, ama a cada hijo con sus cualidades personales y también con sus propios defectos. Los hijos, como hermanos, se abren unos a otros acogiendo, respetando, compartiendo, amando...
Opus Dei, Kikos (Camino Neocatecumenal) , Renovación Carismática, Comunión y Liberación, JRC, Focolares, Acción Católica, Apostolado de la Oración y tantos miles de movimientos más, no hacen sino enriquecer y llenar de vitalidad y energía a la Iglesia, como la gran familia de Dios, y ayudar a sus miembros en el camino hacia la santidad.
Necesitamos conocer la Iglesia, necesitamos amar la Iglesia; sólo así podremos reconocer su inmensa belleza y descubrir el gozo de vivir en comunión.